Cada vez que entra, cada vez que sube o baja una escalera y lo recibe otro recinto, cada vez que cambian la luz y las escenas desde las ventanas, el dueño se siente nuevamente seducido por esta casa.

Es –dice él- una sensación de alegría y acogida que se renueva casi a cada hora. “Me fascina esa intimidad porteña que se abre para ti desde los balcones, hacia los techos y el mar. Esa cualidad tan especial que tienen Nápoles, Lisboa, Hamburgo, y por supuesto Valparaíso”. Con planes de establecer su residencia y un proyecto cultural, el dueño llegó a la región en 2008. Después de mucho buscar, dio con esta casa que le pareció “tenía todos los encantos de Valparaíso y ninguno de los desencantos”. La compró de inmediato y comenzó un proceso de renovación total (incluyendo aspectos eléctricos y sanitarios) que involucró a nueve maestros y tardó dos años. Puede ser una opinión, pero es bastante compartida: “Es el cerro más lindo de la ciudad, en la calle más señorial, con las casas más espectaculares; aunque la mía es de las más sobrias en cuanto a fachada”.

Sin embargo, probablemente ninguna de sus vecinas albergó tanta vida en su interior; hasta el año 2017 la planta baja de esta propiedad fue ocupada por un pequeño pero reputado centro cultural, que incluía una librería de lujo, una galería de arte contemporáneo y talleres. Un nuevo propietario puede contar con una capacidad de separación prácticamente total para los fines que requiera: “Dada la distribución de puertas, tu puedes cerrar de tal manera que la planta baja quede aislada del resto de la casa”.